Menu

Pasan los años y nos desagrada ver cómo nuestra piel envejece: aparecen las arrugas, las manchas y los capilares, que le dan un tono menos lustroso. “Son los años”, solemos decir. Sin embargo, está demostrado que, a diferencia de lo que intuimos, el grueso del proceso de envejecimiento de nuestra piel es debido a factores externos, sobre todo. Nuestra genética solo influye en el 20 % del envejecimiento de nuestra piel.
El envejecimiento biológico se ha caracterizado molecularmente según nueve signos biológicos del envejecimiento, que comprenden la inestabilidad genómica, el desgaste de los telómeros, las alteraciones epigenéticas (metilación del ADN o modificación de histonas), la pérdida de proteostasis, la desregulación de la detección de nutrientes, la disfunción mitocondrial, la senescencia celular, el agotamiento de las células madre y la alteración de la comunicación intercelular, que están interconectados entre sí. Los mecanismos epigenéticos regulan directamente la homeostasis y la regeneración de la piel, pero también marcan la senescencia celular y los procesos de envejecimiento natural y patológico.
En los últimos años, a nivel experimental, se han diseñado relojes epigenéticos que pueden establecer la edad biológica de las células y detectar aquellos tejidos que tienen una edad más o menos avanzada de la esperada.
Por otro lado, sabemos que nuestro modo de vida y el entorno en el que nos movemos pueden generar también alteraciones moleculares y modificaciones epigenéticas, entre otros, que son las que a largo plazo provocan un mal funcionamiento de las células cutáneas.
Al conjunto de factores externos que pueden repercutir en este proceso se le denomina ‘exposoma’. Tradicionalmente está conformado por siete factores que comentaremos a continuación: el sol, la contaminación, el clima, el tabaco, el estrés, la nutrición y la falta de sueño. La Dra. Lorea Bagazgoitia, dermatóloga, nos habla de ello.